Aparezco por aquí de vez en cuando y probablemente os asuste. La continuidad, la regularidad y la homogeneidad hacen gala de su ausencia por aquí y yo tampoco las invito a que vengan porque no suelen caerme bien. O yo a ellas. Anyway.

martes, 13 de agosto de 2013

Esperanza, dicen.~

Y volvió a suceder. Parece que no, que el muro cayó de nuevo y esta vez será difícil de verdad levantarlo. La otra vez fue fácil, sí. Estaba apoyado en la esperanza. En la puñetera esperanza. Por algo la esperanza salió la última de la caja de pandora. Que sí, que nadie lo entiende, todo el mundo lo ve como algo bueno, bonito, un final alternativo para algo tan terrorífico como todos los males del mundo. Pero no es así, ah, no, por supuesto que no... La esperanza es el peor de todos los sentimientos. La esperanza te ilusiona, te engaña, te obliga a confiar. Te deja con la incertidumbre porque, puede que sí, o puede que no. Tal vez. Aferrarse a la esperanza es como agarrarse a una barra candente al borde de un precipicio. Al principio no te caes, no... Es preferible que caer, piensas. Pero al final, quieras o no, te acabas soltando. Y te haces el doble de daño que si no lo hubieras hecho, pues te quemas y a la vez te caes. Aun así, no podemos evitarlo. Nos agarramos desesperadamente, esperando algún milagro. Esperando que las cosas cambien.

Pero no lo hacen.