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Capítulo 3.
Por unos
instantes, su mente quedó en blanco, incapaz de reaccionar, de procesar la
información que sus ojos trataban de enviarle. Del cuerpo inerte y fofo de
aquel borracho aún manaba la sangre, como una macabra fuente erigida en su
honor. Asustada, trató de alejarse del cadáver, pero la pared de ladrillos constituía
un sólido impedimento para avanzar.
-Lo he
matado.- Se dijo Mimi. El decirlo en voz alta, aquella sencilla afirmación la
llenó de pánico. Era simple, era sencillo, era la verdad y era absolutamente
aterrador. Había matado a alguien.
Comenzó a
notar un sordo pitido en sus oídos. Sacudió la cabeza, molesta, pero en lugar
de desaparecer, se intensificó. Parpadeó y su visión se tiñó de rojo. Bloqueada,
era incapaz de pensar en ninguna otra cosa que en el lápiz hundiéndose en la
blanda carne del cuello y de los gorgoteos agónicos que aún parecían retumbar
en sus oídos. Se abrazó las rodillas, sintiéndose indefensa. ‘’Lo he matado, lo
he matado, lo he matado..’’, no podía parar de repetirlo en su mente. Notó la
falta de oxígeno en sus pulmones y comenzó a hiperventilar de forma
inconsciente. Alargó las manos hacia el suelo, en busca de algo sólido a lo que
aferrarse aunque sabía que era su mente la que estaba provocándole aquello, y…
‘’Basta’’-
Resonó una voz en su interior. Mimi se aferró fuertemente a ella, era lo único
firme que tenía en aquellos momentos, su único apoyo-‘’Respira profundamente’’,
Ordenó, y eso hizo ella, concentrándose en cada inspiración y expiración. Poco
a poco, el ritmo de sus jadeos disminuyó de forma considerable hasta
transformarse en una respiración calmada. Abrió los ojos lentamente, dándose
cuenta de lo fuertemente que los tenía cerrados hacía apenas unos instantes.
Todo seguía exactamente igual que hacía unos minutos. Ella no.
Era
consciente de lo que había hecho. Es más, totalmente consciente. Y le producía
el mismo pánico que al principio. Pero esta vez, era capaz de ocultarlo, o lo
que era más importante, de ocultárselo a sí misma.
Le había
matado, sí, pero tampoco había sido culpa suya. Aquel borracho había invadido
su espacio, la había asustado y atentado contra sus derechos. Había sido en
defensa propia.
Una vez
estuvo convencida de ello se dio cuenta de lo que suponía más allá de aquellos
instantes de pánico.
Si
confesaba, iría a la cárcel, la condenarían. Seguramente no, porque era menor,
pero quizás la internarían en un centro de menores o quién sabe qué. Puede que
sí o puede que no. Era obvio que ella no había tenido la culpa, pero, ¿qué
diría la justicia? No, definitivamente no se fiaba. Una semilla de pánico
creció en su interior. No podía abandonar la vida que por fin tenía, con todas
las cosas a su favor y por la que había tenido que luchar tan duramente. No
después de todo lo que había pasado. No era lo justo. No lo permitiría.
Conteniendo
la repulsión que el cadáver le producía, se acercó lentamente. Lo observó,
sopesando sus próximos movimientos. Después respiró hondo, preparándose para lo
que iba a hacer.
De un tirón
brusco, arrancó el lápiz del cuello inerte. Un borboteo fangoso sonó por unos
instantes y se detuvo. Mimi contuvo una arcada, pero se mantuvo firme. Agarró
el lápiz con fuerza, procurando no tocar las partes manchadas, aunque era
francamente difícil. Fijó la vista en él. Le producía una extraña atracción.
Sabía que había matado con él. Era fascinante y macabro. Su arma.
‘’No es tu
arma’’- Replicó la voz de su cabeza-‘’No de esa forma’’. Ella coincidió.
Además, debía deshacerse de él antes de que alguien pudiera encontrarla.
Unos pasos
cercanos interrumpieron sus pensamientos.