Un día, no recuerdo cuál, me
planteé una cuestión ingenua y dolorosa a la vez. Me pregunté a mí misma a
sabiendas de la respuesta, porque comprendí que ésta era menos importante que
la pregunta. Y la pregunta picaba. Escocía como una llaga que aún no se ha
curado.
¿Qué estoy haciendo yo por mi sueños?
Curiosa pregunta, ¿no es cierto? La mayoría de los humanos nos preocupamos más
por decidir qué queremos y por vanagloriarnos de nuestras decisiones que por
hacer algo para llegar hasta ello. Y lo cierto es que lo vi. Finalmente lo vi.
Escondido tras algunas sombras, reticente a aparecer. Y aun así era claro como
el agua, transparente como una nube. Sí, lo sé. Pensaréis que una nube no es
transparente. Pero, probablemente, no habéis tenido el privilegio de ver las
nubes. De saborearlas con la punta de la lengua, de extender la mano y tocarlas
mientras se deshilachan entre los dedos. Y, si lo hiciérais, probablemente
tampoco lo entenderíais. No hace falta mirar más allá, como se suele decir,
sino un poquito más cerca.
Y si mirarais las nubes de cerca y las observárais de verdad, captando todos
sus nervios y el tejido líquido que las forma, lo veríais. Y es que al fin y al
cabo las nubes son agua. Y el agua es el símbolo de la transparencia por excelencia.
Por tanto, ¿por qué no decir que las nubes nos permiten ver con la claridad del
cristal? Sólo que, si lo intentas desde muy lejos, si tratas de atravesarlas
con la mirada, el alcance de ésta pierde su efecto. Hay que acercarse, ver su
textura y palparla con la mirada para comprobar que se pueden atravesar, y ver
así qué se extiende tras ellas. Lo mismo ocurre con los sueños. Los sueños se tejen
de hilos, hilos minúsculos y luz y pensamientos que se entrecruzan débilmente
entre ellos.
Y, por uniformes que pareezcan a lo lejos, de cerca son rugosos,
extraños y entreverados, veteados de blanco y de decisiones que no se han
tomado todavía. Aun así, si eres capaz de acercarte, si eres capaz de
reconocerlos aun a dos centímetros de los ojos, si sabes que son lo que estás
buscando, comenzarás a verlos. Verás un patrón en ellos y te darás cuenta de
que entre los hilos que la forman hay aire. Hay huecos. Y con el tiempo serás
capaz de ver esos huecos sin necesidad de buscarlos y llegará un momento en que
te alejes, tomes aire y sonrías, porque lo has conseguido. Da igual a cuánta
distancia te sitúes. Verás tras ellos y a la vez los verás a ellos. Y,
finalmente, si logras comprenderlos hasta el extremo en que lo necesitan, si
logras entenderlos como necesitan que los entiendan, si consigues luchar por
ellos como lucharías por tu propia vida, cuando los mires no los verás a ellos.
Te verás a tí.
Esto es todo por hoy. ¡Hasta la próxima!
Si has llegado hasta aquí,
Podrías dejar un comentario o algo.
Yo sólo lo sugiero.
(porfi)
08-07-14.