Aparezco por aquí de vez en cuando y probablemente os asuste. La continuidad, la regularidad y la homogeneidad hacen gala de su ausencia por aquí y yo tampoco las invito a que vengan porque no suelen caerme bien. O yo a ellas. Anyway.

lunes, 29 de febrero de 2016

Ellos no saben nada (y creo que yo tampoco)

Dos entradas por varias razones; porque este febrero es bisiesto y, ya que hay un día más en el calendario, que sea una entrada más, también; porque os debo la de enero (pienso dárosla en pequeñas dosis, no sea que os intoxiquéis) y porque me gustaría acostumbrarme a subir dos entradas al mes pero paro el carro porque me conozco mejor que nadie y probablemente no lo cumpla.
Dichas las gilipolleces varias, ahí va.

Es algo cortito pero que creo que quedó muy bien y no sé, me apetece compartirlo, que es el principal objetivo de este blog.

Ellos no saben nada


Ellos no saben nada.

Hablan de arte, pero nunca te han visto las manos.
Hablan de luz, y de oscuridad, pero nunca han vislumbrado el claroscuro que se te forma en la cara entre la nariz y los labios justo antes de despertar.
Qué van a decirme si nunca han caminado por los surcos de tu ombligo.

Me han hablado de arte, de vida y de sueño, y de todas las cosas que un día quedaron sin hacer, y aún no se han dado cuenta de que nunca han existido por separado. Ingenuos.

Son de los que dicen que otoño empieza en octubre, y no saben nada.

A mí, que sé tan poco, no me hace falta verte nevar para saber que es en ti donde empieza el invierno.


Feliz febrero. Feliz bisiesto.
Haced que un día de más valga la pena.
Con mucho cariño (ootra vez).
Gracias.

29/027/2016

De trenes bisiestos

Dije que subiría dos entradas en febrero así que más tarde que pronto aquí están. Esto es un escrito perdido por ahí que rescaté hace un par de días y me gustó. Es, probablemente, de mayo del año pasado, y me gusta ver cómo cambia y a la vez no mi manera de escribir. No sé. Me gustó. Espero que a vosotros también. No sé muy bien cómo llamarla so no tiene un título concreto. Ahí va.


Ayer soñé con un tren. Era un tren de ida en una estación sin parada y faltaban tres minutos para las diez. Una chica lloraba. Hacía como que no lo sabía. EL esto del vagón fingía que ellos tampoco.

He asistido a muchas comedias. Los actores eran bastante mejores. Compartían nombre - las comedias -. Se llamaban vida.

Yo me sentaba enfrente. A su lado, una mujer me sonrió con aire comprensivo. Su mirada gritaba ''lo siento, niña, qué viaje más incómodo te espera''.

No hay nada que odie más a que me condicionen.

Rebusqué en mi bolsa. Sonreí. Le tendí un pañuelo. No estoy segura de si sucedió en ese orden. Tampoco creo que importe. La chica me sonrió de vuelta.

Llevaba una sonrisa bonita, después de todo. Hay un momento de fragilidad extrema entre el llanto y la risa y creo que si empujas a alguien ahí puede romperse.

Pude hacerlo. Pero no lo hice. Simplemente la miré. Ella me sostuvo la mirada, Hay tan poca gente que mire de verdad hoy en día que me sorprendió. Luego volvió a desaparecer tras las lágrimas.

Se bajó tres paradas más tarde. Justo cuando bajó del tren me percaté de lo más importante.

Era yo.

Y me había saltado mi parada.

Desde entonces odio los trenes.



Por cierto, es mentira.
Que sepáis que ni de coña odio los trenes.
Con un poquito poquitito de cariño
y rogando para que no me juzguéis en exceso;
gracias.

29/02/2016