Aparezco por aquí de vez en cuando y probablemente os asuste. La continuidad, la regularidad y la homogeneidad hacen gala de su ausencia por aquí y yo tampoco las invito a que vengan porque no suelen caerme bien. O yo a ellas. Anyway.

jueves, 30 de julio de 2015

"Habrá que inventarse una salida"

Espero que estéis pasando un buen verano porque yo creo que voy a morirme un día de estos y no voy a lamentarlo.
Menos mal que en agosto vienen cosas bonitas.
Que disfrutéis de lo poco que os doy.
         




           Me da igual, pero no me da igual.

Esa frase lo resume más o menos todo.

¿Has jugado alguna vez a clavarte cuchillos a ver cuántos podías aguantar sin desangrarte? Pues así bailo yo con los recuerdos cuando deja de sonar el vals.

El gramófono es gris, gris cristal y hace tiempo que no veo la lluvia caer al otro lado de la calle. El vinilo suena, suena, suena, se desgasta en vueltas interminables que a veces duran más de una vida y otras una décima de segundo mientras el reloj se burla de mí. Y qué voy a decir yo, si soy feliz, tu juego me ha dejado así. Me sacaste los ojos, me hundiste los párpados, dejaste las yemas de mis dedos en carne viva y ahora no puedo golpear las teclas del piano sin clavármelas hasta el fondo del alma. Desapareciste, como la lluvia, y ojalá que no vuelva a saber nada más de ti pero haya tormenta mañana porque ayer se me rompió mi paraguas favorito. Cómo no quieres que sea feliz. Con los ojos cerrados todo parece lo mismo. Con los ojos cerrados es más fácil vivir y más simple soñar. Al final tendré que agradecerle a los cuervos que me dejaran criarlos porque estaba muriendo de ganas de que me cegaran a picotazos. Que ahora me sobrevuelen los buitres es un efecto colateral, supongo. Se arremolinan sobre mi cabeza y vuelan en círculos, descienden lentamente como nubes de inquietudes de las que no puedo escapar. Quizá no llueve nunca por eso, porque no hay espacio sobre mí para llorar.

Tampoco hay espacio dentro de mí para tus recuerdos, pero me niego a tirarlos a pesar de que ellos odian los barrotes. Es así como crecen, crecen, crecen, se aplastan contra mis paredes buscando destrozarlas, ansiando un espacio libre, un exterior que los acompañe por fin. Yo no quiero dejarlos salir. Es una batalla a muerte entre los recuerdos y yo porque si ellos se quedan yo gano pero si acaban reduciendo mis muros a cenizas qué me queda sino la deriva.

Aunque, quién sabe. Aún hay quien dice que hay esperanza en la deriva.

Ojalá que el destino sólo me tome las medidas para hacerme un traje de fiesta y para nada más. Ojalá que ese traje no sea el de mi funeral.

Hay tantos ojalás que ojalá no se cumplan nunca que las mariposas se han convertido en orugas (y vuelta a empezar, siempre vuelta a empezar)
 
(el ciclo no se acaba nunca)
 
 
 
 
Un poco más que de costumbre,
pero menos de lo que debería.
A ver si a la próxima me dejo de tonterías.
 
Al final la racha está durando bastante.
 
De todas maneras sigo teniendo cosas bonitas.
 
Gracias.
 
PD: Esta entrada está dedicada al anónim@
-no tan anónim@-
que leyó Marina y se sentía igual de vací@ que yo.
Mil gracias, porque es por gente como tú que este blog existe.
(No quiero cagarla porque me hablaste en anónimo,
(por eso tampoco he respondido)
pero si alguna vez quieres hablar conmigo no dudes en decirme algo.
Creo que nos caeríamos bastante bien)
Dedicarte la entrada es mi pequeña manera de devolverte el favor.
 
Ahora sí, hasta la próxima.
 
30/07/15.