Aparezco por aquí de vez en cuando y probablemente os asuste. La continuidad, la regularidad y la homogeneidad hacen gala de su ausencia por aquí y yo tampoco las invito a que vengan porque no suelen caerme bien. O yo a ellas. Anyway.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

''Fuego, siempre alrededor''

Siempre actualizo deprisa y corriendo y a final de mes y acabaré haciendo de las madrugadas de los días treinta mi bandera pero hoy no me apetece darle explicaciones a nadie. Ni a nada. Y os traigo poco, como siempre, así que para qué alargarse más.
 
 
 
 
Creo que el claqué siempre será uno de mis bailes favoritos si se baila encima de tus piras funerarias.
 
Recuerdo que de pequeña fui una vez a un parque de bomberos y nos explicaron que no era del fuego de lo que debíamos huir si había un incendio, sino del humo. Nos dijeron que el fuego es peligroso y que verlo era sinónimo de alejarse, pero que el humo tiene la bonita costumbre de entrar sin preguntar y se cuela por las rendijas y por debajo de las puertas y que al principio no lo notas pero es capaz de asfixiarte en minutos.

Recuerdo aquella vez que era invierno y me desperté tosiendo, con toda mi habitación hecha humo. Recuerdo haber salido trastabillando y encontrar a mi padre en el comedor, abriendo las ventanas y cerrando la chimenea. Un tronco había logrado escapar de la prisión del cristal de la estufa y ardía plácidamente en medio del comedor con la serenidad de un gato. No recuerdo mucho más pero si recordara ahora probablemente recordaría que me desperté porque tenía los pies helados y no porque hubiera más gris que aire a mi alrededor. Bonita forma de morir. Intoxicación por gris, sobredosis de humo.

Así me siento ahora. Humo, humo por todas partes. (Fuego, siempre alrededor, y si es porque alguien olvidó que el fuego lo guardo yo, entonces tiene sentido que me asfixie de llevarlo dentro). Hoy no me despierto porque tenga los pies helados. Me despierto porque tengo el corazón frío y las manos torpes y porque las pesadillas nunca han sido lo mío. Y el fuego sigue dentro y yo ardo, ardo, estoy ardiendo. Lenta, dolorosamente, desde dentro de los párpados y la mitad del pecho. Mis manos son ceniza. Pronto seré humo.

Ojalá me cuele por tus rendijas. Ojalá me veas arder y trates de huir pero yo sepa entrar por debajo de la puerta, como hace el humo, como hacen los recuerdos de los que nadie escapa.

Y ojalá te asfixies conmigo.
 
Gracias, supongo.
 
30/09/15.