Ayer soñé con un tren. Era un tren de ida en una estación sin parada y faltaban tres minutos para las diez. Una chica lloraba. Hacía como que no lo sabía. EL esto del vagón fingía que ellos tampoco.
He asistido a muchas comedias. Los actores eran bastante mejores. Compartían nombre - las comedias -. Se llamaban vida.
Yo me sentaba enfrente. A su lado, una mujer me sonrió con aire comprensivo. Su mirada gritaba ''lo siento, niña, qué viaje más incómodo te espera''.
No hay nada que odie más a que me condicionen.
Rebusqué en mi bolsa. Sonreí. Le tendí un pañuelo. No estoy segura de si sucedió en ese orden. Tampoco creo que importe. La chica me sonrió de vuelta.
Llevaba una sonrisa bonita, después de todo. Hay un momento de fragilidad extrema entre el llanto y la risa y creo que si empujas a alguien ahí puede romperse.
Pude hacerlo. Pero no lo hice. Simplemente la miré. Ella me sostuvo la mirada, Hay tan poca gente que mire de verdad hoy en día que me sorprendió. Luego volvió a desaparecer tras las lágrimas.
Se bajó tres paradas más tarde. Justo cuando bajó del tren me percaté de lo más importante.
Era yo.
Y me había saltado mi parada.
Desde entonces odio los trenes.
Por cierto, es mentira.
Que sepáis que ni de coña odio los trenes.
Con un poquito poquitito de cariño
y rogando para que no me juzguéis en exceso;
gracias.
29/02/2016
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