Aparezco por aquí de vez en cuando y probablemente os asuste. La continuidad, la regularidad y la homogeneidad hacen gala de su ausencia por aquí y yo tampoco las invito a que vengan porque no suelen caerme bien. O yo a ellas. Anyway.

viernes, 27 de febrero de 2015

Se oscurece noviembre (y mi corazón, a veces). Feliz febrero.

Creo que ésta es mi manera de devolverle el significado a las palabras momentáneo, fugaz, no, espera y siente.

Cuando esto se publique, hará tiempo desde que lo he escrito. Dos semanas, al menos. No lo recuerdo con claridad. (Vamos, como siempre)

Cuando esto se publique, espero haber cambiado. Cuando esto se publique, espero no haber cambiado.

Cuando esto se publique, espero que esto mismo que (te) escribí ya no tenga sentido. (No, la verdad es que no. Da igual. No quiero pensar en ello. Últimamente me duele la cabeza)


Se oscurece noviembre.


Llueve, pero las gotas no mojan la acera. Llueve una lluvia vertical, que asciende hacia el cielo en columnas de humo. Miro por la ventana y pieno que si la lluvia se tradujera en recuerdos éstos serían todos los no nacidos, aquellos que pudieron existir y a los que nunca les dimos la oportunidad de nacer.

(Aún no sé el porqué, y lo busco, créeme)

Las luciérnagas huecas de noviembre te buscan. Yo te echo de menos. Hemos hecho causa común pero aún no sabemos de qué va el juego. Nunca nos han interesado las reglas porque somos más bien de torcerse en los instantes que valen la pena.

Aún me doblo al escribir en folios en blanco. Ya ves, nunca he sido capaz de seguir líneas rectas. Sólo escribo recto si estoy midiendo los versos, y aun así se inclinan ligeramente hacia la izquierda, como los ángulos que forman tus venas.

Y a veces te pasas, y yo tengo miedo de pasarme también, porque como dice Remus, si la vida es un vals y lo bailan dos, uno de ellos tiene que llevar el ritmo, es imposible que funcione si ambos se  dejan llevar. Y yo lo escucho, y sólo se me ocurre pensar que si tiene razón lo llevo jodido, porque nunca he sido de llevar el compás. Ni siquiera de bailar.
 
Y cómo voy a bailar si tengo dos pies izquierdos y la mente puesta en ti.

En ocasiones quiero comerme el mundo, otras siento que me come a mí, pero tú nunca estás ahí para reemplazarlo. Ya sabes, no me importaría que fueras tú el que me comiera a mí, sin dejar ninguna migaja por el camino para que no haya riesgo de encontrar el sendero de vuelta a mí misma, pero dudo que al final suceda. Creo que ha llegado la hora de mudar de piel y, como hacen las serpientes, devorar la antigua para completar el ciclo, (que es lo que haré si no apareces, estoy decidida a hacerlo.)
 
No te hagas de rogar. Nunca se me han dado bien las despedidas.
 


Me estoy acostumbrando a subir este tipo de cosas.
No sé si es bueno o malo.
(Para vosotros, digo,
que para mí lo malo es no escribirlo)
No sé si os habéis percatado
(probablemente no)
de que es la segunda entrada de febrero.
Van tres en dos meses.
Este año quiero arrasar.
 
 
 
Si has llegado hasta aquí,
 
busca el por qué.
 
Me gustaría conocer
 
a tus luciérnagas.
 
(cada día estoy peor
 
y no me quejo)

Gracias.

27-2-15.

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